viernes, 19 de noviembre de 2004

Solidaridad con Anna Politkovskaia, envenenada en Rostov

Félix Población

Supongo que las organizaciones profesionales de periodistas habrán tomado nota de la situación de sus colegas en Rusia a raíz de la barbarie de Beslán. Confío en que su repulsa y su protesta se haga pública de inmediato ante las autoridades rusas y la comunidad internacional como es de obligado compromiso en casos tan flagrantes de delito contra la libertad de expresión. Hasta nosotros han llegado, filtradas a través de diversos canales informativos, noticias sintomáticamente reveladoras de la política represiva y mendaz que el gobierno de Vladimir Putin y los oligarcas del empresariado mediático de aquel país aplican ante conflictos como el de Chechenia.
El tratamiento independiente o la información presumiblemente no afín a los postulados oficiales ha ocasionado en los últimos días que, bien como prevención o por efectos de su trabajo crítico con el Kremlin, hayan sido cesados, detenidos o arrestados, en circunstancias en algún caso tan oscuras como grotescas, varios profesionales de reconocidos medios de comunicación nacionales e internacionales. Entre ellos está el director del periódico Izvestia, Raf Shakirov, incapaz de callar en su columna que, durante el asalto a la escuela de Osetia, las cadenas de televisión públicas y privadas que hasta entonces seguían en directo el proceso noticioso dejaron de emitir a la espera del consiguiente permiso de las instancias gubernamentales.
Si el cese de Shakirov se inscribe en la típica normativa propia de los regímenes autárquicos, el caso de Anna Politkovskaya se inserta de lleno en las páginas más negras de terror stalinista o rasputiniano. La prestigiosa periodista y escritora del diario Novaya Gazeta viajaba días atrás en avión rumbo a Osetia con intenciones mediadoras. Su conocimiento e independencia de criterio sobre el contencioso checheno, además de sus contactos con algunos representantes del líder Aslán Masjadov y su intervención personal en el secuestro del teatro de Moscú hacían presumir que su presencia en Beslán podía resultar alentadora en evitación de la tragedia.
Pero Politkovskaya no pudo llegar a la escuela antes de la masacre. No contaba con el té que solicitó en vuelo hacia Rostov y que según dictámenes médicos ocasionó la enfermedad repentina de la escritora por envenenamiento. Anna Politkovskaya viajaba provista de su propia comida casera en prevención del “accidente” que evitó su concurso mediador en el drama de Beslán.
Muy grave ha ser el déficit de libertad en Rusia para que se pueda atentar contra los periodistas desde los menús de las líneas aéreas. Espero que lo proclamen y denuncien los colegas del llamado mundo libre. Entre tanto, vaya desde aquí nuestro inconformista mensaje de solidaridad para Politkovskaya y sus compañeros de penalidades frente a la mordaza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Anna, cuídese, por favor, no hay muchos profesionales como usted.

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