miércoles, 13 de abril de 2005

Memoria republicana un tanto personal (con motivo del 14 de abril de 1931)

Félix Población

Es descorazonador conmemorar un ideal en minoría, pero aún lo es más pasar por alto su significado histórico en una España que pretendió en su nombre acabar con la oligarquía y el caciquismo, esas dos lacras mayúsculas que arrumbaron a nuestro país en la miseria, el atraso y la incuria cultural.

Con aquel alentador proyecto de regeneración fomentado por la España de la idea acabó la España de la rabia. Pero aún hoy, en contados recordatorios, hay quienes se empecinan cada 14 de Abril en que la Segunda República no habite para siempre en el olvido. Para ellos va el texto que comento, entresacado de los archivos más menudos de la Historia, a veces tan reveladores.

No sé qué pensarán las jóvenes generaciones de futuros periodistas, actualmente en la Universidad y a la espera quizá de un ambicioso ejercicio profesional que colme sus apetencias vocacionales. Quizá los compromisos que estipula el enunciado del pasquín que traigo a colación no sean los más puntuables para colarse en las nóminas de cierto empresariado mediático, cada vez más acuciado por rendir cuentas comerciales en sus negocios múltiples y soslayar elementales principios deontológicos.

Puede incluso que hasta resulte de una candidez vergonzante sacarlo a la luz en el actual contexto social, tan desarropado de valores cívicos. Ni en la política ni en ese tipo de periodismo mercantilista apegado al poder encontramos muy caracterizados los criterios éticos que deberían sustentar tan fundamentales reflejos del espejo público de un país. Sólo basta con haber frecuentado esos ámbitos durante un no corto periodo biográfico para saber hasta qué punto distan de aquella filosofía republicana.

Tampoco primaban, desde luego, en los tiempos en que el que suscribe decidió estudiar Periodismo y dedicarse al oficio con la fe del novicio. Entonces, sin embargo, al término de la dictadura, era justo y necesario dejarse llevar por los frescos vientos de una razonable utopía. Cabía esperar muchas cosas del futuro porque en el presente faltaba la esencial, que era la libertad de expresarse. Esa necesidad sin duda favoreció el efecto que tuvieron en mí los llamados Mandamientos de la Ley Republicana, expurgados del viejo archivo de un querido familiar exiliado, y que dotaron de sentido y horizonte los primeros pasos de mi carrera profesional. Esto dicen y transcribo literalmente:

El primero, amar a la Justicia sobre todas las cosas; el segundo, rendir culto a la Dignidad; el tercero, vivir con honestidad; el cuarto, intervenir rectamente en la vida política; el quinto, cultivar la inteligencia; el sexto, propagar la instrucción; el séptimo, trabajar; el octavo, ahorrar; el noveno, proteger al débil; el décimo, no procurar el beneficio propio a costa del perjuicio ajeno.

El texto de la octavilla de mano, editada en la imprenta Gutemberg de Guadalajara el 31 de Mayo de 1931, y para la que se rogaba la mayor publicidad posible, comenta asimismo cada uno de esos mandamientos con meridiana claridad conceptual: Quien ama la justicia sobre todas las cosas no hace daño a nadie; respeta los derechos ajenos y hace respetar los propios. Quien rinde culto a la dignidad, se lo rinde a la libertad y la igualdad; ni avasalla a nadie, ni por nada se deja avasallar; ni reconoce primacías innatas, ni acata privilegios infundados. Ésas son las glosas de los dos primeros. Por resultar obvias las explicaciones de la mayoría de los restantes, sólo me parece destacable resaltar el octavo, donde se preconiza consumir menos de lo que se produzca, para crecer así los bienes de la Patria y de la Humanidad, y el décimo, que veda todas las explotaciones del hombre por el hombre, y todas las protecciones legales consistentes en aumentar los provechos de unos a costa de los bienes de otros.

Ignoro si los jóvenes estudiantes de periodismo comulgarán ahora con el mismo convencimiento que el mocerío universitario de los primeros setenta con esa estimulante filosofía. Supongo que sí compartirán sus nociones porque no otras han de ser las que avalan la conciencia teórica de su profesión. No obstante, como entre los que se postula y lo que se ejerce suele mediar el abismo de una práctica enviciada en la cotidiana realidad, me he permitido rescatar ese viejo pasquín de la Historia por la potencialidad de su resonancia y la posibilidad de su eco.

No puedo olvidar que el texto lleva como singular epígrafe A todas las buenas personas, y que éstas, las buenas gentes, son algo fundamental en la encarnadura y regeneración social de cada época. Por ellas, en las que es forzoso creer por encima de cualquier circunstancia histórica, se siguen mereciendo el periodismo y la política los principios de conducta que proclamaban los viejos mandamientos de la República Española del 14 de Abril. Principios por los que el abuelo del señor Rodríguez Zapatero dio la vida y a los que el propio presidente de España aludió al término de su discurso de investidura hace justamente un año.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quienes sufrimos las consecuencias de perder un régimen de esperanza cuando éramos apenas adolescentes, nos sentimos muy honrados de que se escriban artículos como el suyo. Estas líneas se las dicto a mi nieto para que le lleguen a usted porque a mi edad ya no se tiene tacto para esas teclas electrónicas. Gracias precisamente a mi nieto he podido conocer ese hermoso artículo. Un saludo muy cordial.

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